sábado, 8 de enero de 2011

MEMORÁNDUM DEL 7 DE ENERO DE 1928


En el memorándum del 7 de enero de 1928, informó el Comité Directivo de la L.N.D.L.R. a su representante en los Estados Unidos:


Aplastada la revolución anti-reeleccionista, creyó Don Plutarco que aplastaría del mismo modo a los "libertadores". No ha sido así. La resistencia continúa enérgica, heroica. Tuvimos que formular un documento exponiendo la situación militar, y de ella resulta, que está combatiendo en dieciséis Estados, que hay sobre las armas, bien armados, aunque escasamente municionados, controlables, constituyendo muchos de ellos, núcleos de importancia, veinte mil hombres.
Que, además, hay otros diez mil que no se encuentran en las condiciones expresadas, porque forman núcleos de poca importancia cada uno, se encuentran muy lejos, y probablemente algunos de ellos no tengan el espíritu y la generosidad de los demás... Personas ponderadas califican de epopéyica la resistencia desarrollada en el Occidente. Abundan por dondequiera los actos de abnegación y desinterés. 


Algunos casos:


Silvano Barba González, el tránsfuga de de la A.C.J.M., zunista -corifeo del cacique de Jalisco José Guadalupe Zuno, activo perseguidor de la Iglesia- por hambre y por ambición, gestionó con Ferreira -general revolucionario Jesús M. Ferreira  jefe de las operaciones militares de la tiranía den el Estado de Jalisco- que se ofreciera reconocer el grado de coronel, a un viejo amigo del tránsfuga, zapatero de oficio que con ese grado luchaba por la libertad. Recibió el "coronel" al enviado y díjole: 


"No te mando fusilar , porque creo que eres de buena fe, pero dile a Silvano que rompo sus papeles; que no lucho por conquistar  grados en el Ejército; que lucho por mi Cristo Rey y por la Iglesia, y que luego que se triunfe, me vuelvo a mis zapatos".


Otro ofrecimiento semejante del tránsfuga para una dama "alteña" que tiene tres hijos entre los libertadores. La dama contestó: 


"Si mueren mis tres hijos, enviaré al cuarto, y si él muere, me iré yo a luchar"


A una dama de Guadalajara decíale en su despacho un abogado que la consideraba por la pena que sufría. 


"¿Cuál pena? El que mi hijo ande en la lucha no lo es: la pena que tengo es que éste (y señaló a otro que iba con ella) no quiere irse con su hermano". 


Y nos admiramos de la madre de Pimodán, el defensor del Papa, porque recibió vestida de blanco a los que fueron a darle el pésame por su hijo muerto en defensa del Soberano Pontífice.

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