miércoles, 25 de diciembre de 2013

LA LUCHA DECLARADA

EL FERVOR DE LOS FIELES

La ciudad manifestó, con fe intrépida, su dolor y su duelo. De los marcos de las puertas en todo Colima -menos en los hogares de los empleados de Gobierno y de los masones- colgaban moños negros y las puertas estaban entrecerradas. Callaron las músicas y los cantares del pueblo, y principió, con unanimidad preciosa, una vida de piedad, recogimiento, oración y penitencia, como si se tratase de un largo y piadoso viernes Santo de las épocas de más fe de los siglos ya pasados.
Todos los católicos seguían haciendo penitencia. Una inmensa mayoría ayunaba diariamente y suprimía el uso de la carne, en vigilia no interrumpida. Aun los niñitos ayunaban y, en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, con los bracitos en cruz y coronas de espinas en sus cabecitas, llevados por la Madre Rosa, religiosa Adoratriz, cantaban diariamente el Salmo Miserere que la Iglesia usa en sus días de dolor para impetrar el perdón de Dios.
En los templos solitarios, sin Eucaristía y sin Sacerdote, en torno de la Cruz, se reunía diariamente el pueblo a gemir su orfandad y entonar cánticos de penitencia. El pavimento quedaba, día a día, regado con las lágrimas de los fieles. Se veían llegar grandes grupos de madres de familia que cotidianamente recitaban el Santo ViaCrucis. ¡Cómo lloraban a lágrima viva y cómo gemían en alta voz la ausencia de su Dios, la suerte propia y la de sus hijos!
Mas el remedio de tanto mal no estaba únicamente en llorar y gemir; había que poner algunos medios humanos y así lo comprendió el pueblo, así lo comprendimos todos, así lo vio, lo palpó, la Liga Defensora de la Libertad Religiosa.

LA LIGA NACIONAL DEFENSORA DE LA LIBERTAD RELIGIOSA

liganacionaldefensoraEsta institución cívica, La Liga, que desde marzo de 1925 se había constituído en coordinadora y encauzadora del movimiento de defensa contra los tiranos y que hacía tiempo estaba funcionando en Colima, llegó entonces al apogeo de su desarrollo.
Los héroes que aparecieron con más gallardía, fueron los muchachos de la A. C. J. M. Ellos, las señoritas organizadas y el grupo de Damas Católicas fueron los apóstoles más fervientes y decididos de la Liga. El jefe fue un varón meritísimo, miembro de la Orden de los Caballeros de Colón, don Teófilo Pizano, que acarreándose sufrimientos y penas mil, supo ser, por aquellos días, el jefe cívico de un pueblo que, en defensa de su libertad, alcanzó la meta del heroísmo y forjó su epopeya. El jefe local de la ciudad, subordinado a él, fue siempre un muchacho de la A. C. J. M. Primeramente había sido Miguel Anguiano Márquez; pero éste, en unión de un compañero suyo, J. Jesús Cuevas, había sido tomado preso, a bordo del ferrocarril y conducido a Ciudad Guzmán, Jal. Fue sustituído entonces por Antonio C. Vargas.
Gloria a estos dos -el señor Pizano y el joven Vargas-, allá en el seno de Dios a donde volaron: D. Teófilo Pizano murió después de la epopeya cristera, después de tiempos largos que fueron martirio de incomprensión, pobrezas y abandonos, pero para la eternidad, gloriosos. Antonio C. Vargas murió en los tiempos mismos de la lucha por la defensa de la libertad, por Cristo y por la Patria.
De esta suerte se organizó el pueblo -en la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa- maravillosamente y se intensificó la propaganda impresa que alentase continuamente a los creyentes en medio de la persecución; que no los dejase desmayar y que preparase el espíritu de los católicos militantes hasta los extremos que las embestidas brutales del tirano lo exigiesen.
Efecto de esa organización fue aquel cuadro sublime de fe heroica que presentó entonces el pueblo de Colima.

EL BOYCOT

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Oración + luto + boycot = victoria, decían los innumerables billetitos que en todas partes circulaban; billetitos que sin saber los perseguidores, ni a qué hora, ni cómo se fijaban, aparecían pegados en todas partes: en las esquinas de las calles, en las puertas y ventanas de las casas, en los postes de la luz, en los árboles de los jardines, en los coches y tranvías, en el palacio de Gobierno.
Un pequeño periódico titulado Acción Popular, órgano de la Liga en Colima, impreso y repartido clandestinamente, unificaba la acción colectiva del pueblo colimense. Toda esta propaganda se hacía en medio de muchos peligros y burlando la extremada vigilancia de los enemigos. Un solo folleto de propaganda católica era causa suficiente para que aquel que lo trajera fuese conducido a la prisión y allí injuriado y golpeado por los esbirros del gobernador Solórzano Béjar. Así los muchachos de la A. C. J. M. continuamente eran arrestados; pero esto no atemorizaba a ninguno y la propaganda continuaba cada vez con mayor entusiasmo. En la ciudad, gracias a la organización, las hojas volantes, periódicos o folletos se repartían simultáneamente en menos de diez, de quince minutos, y cuando los gendarmes querían impedirlo, todo estaba ya concluído, la ciudad estaba ya inundada con la propaganda. A los pueblos y aldeas la propaganda impresa se mandaba en el fondo de los cajones o canastas de fruta.
13También, entre la propaganda, con el fin de levantar y enardecer los ánimos, y conjurar el abatimiento, hacíanse circular entre los católicos y en especial entre los héroes de aquella jornada, algunas canciones muy significativas, que se cantaban con los sones más en boga, con mucho entusiasmo y vida. Va a continuación una de las que se hicieron en ese tiempo más populares en Colima:

BOYCOT
(Melodía de Morir por tu amor)

Ir a la inspección,
Qué dicha ha de ser,
En medio de cuicos salvajes
Que casi nos quieren comer.
Y luego llegar
Ante el Inspector,
Que pone la cara
De nagual, de tetuán, de tejón.
Cantad, cantad, cantad, cantad,
Que al cabo la cárcel no come.
Reíd, reíd, reíd, reíd,
Que libres nos dan si son hombres.
Boycot, boycot, boycot, boycot,
Palabra que encierra un misterio;
Su nombre es sacrosanto,
Porque el miedo servil nos quitó.
Lanzarse al boycot
Sin un alfiler …
Al grito de gloria y de triunfo
Que dice: Viva Cristo Rey!
Gritar con pasión,
Volver a gritar.
A cada descarga
Con que intentan el grito acallar.
Cantad, cantad, cantad, cantad,
Que al cabo mi Cristo no muere;
Reíd, reíd, reíd, reíd,
Que al cabo con El nadie puede.
Boycot, boycot, boycot, boycot,
Aunque los tiranos relinchen.
Que sepan y entiendan
Que son libres los hijos de Dios.
Tomar el fusil,
Contra una mujer
Es cosa que no hacen los cafres
Y aquí sí lo saben hacer.
Llevarla a prisión,
Su sexo insultar,
Eso no sucede
Sino en tierras que manda un tetuán.
Cantad, cantad, cantad, cantad,
Que al cabo la cárcel no come.
Reíd, reíd, reíd, reíd,
En medio de los tecolotes.
Boycot, boycot, boycot, boycot,
Así cantaremos alegres,
En calles y plazas,
En palacios y hasta en la prisión.

DISCIPLINA DE UN PUEBLO

El pueblo perseveraba en el ayuno y la penitencia; las señoras vestían, en su mayoría, traje negro; todos caminábamos a pie, sin hacer uso ni de automóviles, ni de tranvías; el servicio de luz eléctrica se redujo a lo más indispensable; no se compraba en los comercios sino lo estrictamente necesario; nada de paseos y diversiones; los teatros y cines estaban desiertos y, en el templo solitario, continuaban los católicos llorando su orfandad y entonando cánticos de penitencia.
Para no dejar abandonado al pueblo sin instrucción religiosa, además de las innumerables hojas volantes que a diario se repartían, entre las cuales ocupaba el primer lugar un periódico pequeño titulado El Misionero del Hogar, de carácter doctrinal escrito por el entonces joven Sacerdote D. Enrique de Jesús Ochoa, se fundaron en casi todas las manzanas de la ciudad pequeños centros clandestinos de catecismo. Estaban éstos bajo la dirección del Gobierno Eclesiástico, quien echó mano, principalmente, de las señoritas de los círculos católicos de estudio, afines a la A. C. J. M., para tan necesaria y laudable empresa. Hubo, sin embargo, también aquí, algunos de los muchachos de la A. C. J. M., que trabajaron con tesón, entre los cuales se contaba a Tomás de la Mora, mártir poco más tarde, quien era el brazo derecho del mismo Sacerdote Ochoa encargado de aquella organización catequística.
También en los pueblos perseveró el entusiasmo por defender su perseguida fe. De todos ellos afluían a la Capital del Estado sendas protestas contra los tiranos, calzadas por innumerables firmas. Entre todos se distinguió el pequeño pueblo de San Jerónimo, Col., de donde salió la primera protesta en la cual se lanzaba, además, la idea del Boycot, que todos los demás pueblos del Estado acogieron con grande entusiasmo.
Y así como en sus escritos manifestaban los católicos de San Jerónimo, Col., decisión y entereza cristianas, también lo manifestaban en sus obras.

EN LAS BARBAS DE LOS POLICÍAS

1925Muchas veces quisieron los servidores del tirano llevarse preso al Párroco de San Jerónimo don Ignacio Ramos; mas el pueblo nunca lo permitió. Siempre los fieles estaban alerta: una o dos campanadas de contraseña significaban que había peligro, que algo malo ocurría y todos dejaban sus trabajos, las casas se cerraban y se corría a la defensa de su Sacerdote.
En cierta ocasión un grueso piquete de soldados se presentó a las puertas de la casa parroquial en busca del Párroco; pero el pueblo en masa se amotinó al momento; aun niños de cuatro años llevaban sus sombreritos llenos de piedras, para luchar contra los perseguidores en caso de que quisieran llevarse a su Pastor; el capitán, jefe de la escolta, optó entonces por la paz y regresó a la capital del Estado sin atreverse a ejecutar la comisión que llevaba.
Y así como eran luchadores, eran fervientes: se hacía penitencia pública, se lloraba diariamente, allí en aquel templo helado y sin sagrario; aun los niños ayunaban y, de la mano de sus padres o hermanos mayores, descalzos y con coronas de espinas, salían de sus casas y atravesaban el poblado hasta llegar al templo.
En otra ocasión, por esta su misma actitud gallarda, fueron a dar a la cárcel muchas de las señoritas de las principales familias de allí. En la prisión no hicieron otra cosa que cantar y rezar; ya cantaban sus canciones populares del boycot, ya alabanzas, ya rezaban todas unidas y en voz alta el Santo Rosario con la letanía cantada, o lanzaban el intrépido grito de ¡Viva Cristo Rey! Los enemigos ardían de rabia que desahogaban con insultos y palabras tabernarias; mas ellas perseveraban en su misma actitud.
ozdoba

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